El buen comer es como andar en bici
- webmarienfz
- 23 abr
- 4 Min. de lectura

Se sabe que solo hay dos tipos de ciclistas: los que ya se cayeron… y los que se van a caer.
Desde pequeños, cuando nos enseñan a andar en bici, sabemos que antes de lograr esa rodada en la que nuestros papás nos sueltan y no nos damos cuenta de que vamos solitos… nos vamos a caer. Es parte del proceso.
Aprender implica caer, fallar, intentarlo otra vez… hasta que un día, sin saber cómo, ya estamos pedaleando con equilibrio.
Y justo de eso va el post de hoy: del paralelismo entre andar en bici y aprender a comer bien. De cómo esos tropiezos, que a veces nos frustran tanto, son en realidad parte natural del camino.
Hoy te quiero invitar a reflexionar juntas, como si fuéramos trotando lado a lado, sobre por qué caerse no significa fallar… sino avanzar.
La comparación entre el buen comer y andar en bici me vino el otro día en consulta. Un paciente me dijo con cara triste: “Me siento muy decepcionado, no seguí mi plan de alimentación esta semana.”
Y en automático, mi mente se fue a esos días en los que yo, metida en mi era ciclista, me caía una y otra vez. Literal. De esas caídas que te raspan no solo las rodillas, sino el ego. Y pensé: claro, lo mismo pasa cuando tratamos de cambiar nuestros hábitos.
Muchas veces, en el camino del buen comer, habrá tropiezos. Habrá días en los que queramos tirar la toalla, en los que pensemos: “Esto no es para mí.” Porque sí… los productos ultraprocesados son deliciosos, los taquitos siempre suenan bien, y las papas a la francesa tienen un poder casi hipnótico.
Y puede que tú pienses: “Marién, ¿esto no se supone que me iba a motivar? Si me voy a caer, ¿para qué lo intento?”
Y mi respuesta es: porque cada intento te lleva más lejos.
Como en la bici, con el tiempo todo va siendo más fácil. Empiezas a descubrir recetas que sí te gustan, te organizas mejor para cocinar, encuentras apps que te traen el súper, y todo se vuelve más ligero. Aprendes qué te funciona, qué te hace sentir bien y qué no tanto.
Y sí, tal vez un día pidas las papas… pero también puedes pedir unas verduras al vapor. Y eso, créeme, ya es equilibrio.
También hay quienes aprenden a andar en bici más rápido que otros. O quienes desde niñas comían brócoli felizmente. Y está bien.
Compararnos es tentador… pero casi nunca útil. Cada quien pedalea con su propio ritmo, su propia bici, sus propias condiciones.
Hay quien prefiere bici de montaña, y quien ama la ruta. Lo mismo con los planes de alimentación. No hay una sola forma de comer bien. Puedes elegir el estilo que se adapte mejor a ti: dieta mediterránea, ayuno intermitente, cinco tiempos, tres tiempos… mientras se ajuste a tu vida, no te cause hambre, y te haga sentir bien física y emocionalmente, va por buen camino.
Y hablando de bicis… no todos pedaleamos con las mismas herramientas. Hay personas con bicis ligeras, veloces, casi de competencia. Y hay otras con bicis pesadas, con frenos que chillan y cambios que no sirven.
En la vida pasa igual. Hay quien tiene acceso a una nutrióloga, tiempo para cocinar, recursos para elegir alimentos de calidad. Y hay quien no.
Así que, así como no juzgamos a una persona por su bicicleta, tampoco deberíamos juzgar a nadie por su alimentación o su cuerpo. Ni a otros… ni a nosotras mismas.
No le puedes pedir a alguien con una bici vieja y pesada que suba una montaña al mismo ritmo que alguien con una bici de carbono y casco aerodinámico. Y no te puedes exigir tener los mismos resultados que alguien que tiene otras herramientas.
Pero lo que sí puedes hacer es usar lo mejor posible las herramientas que tú tienes.
Cuida tu ingesta de fibra con frutas y verduras. Procura llegar a tus proteínas con leguminosas o productos magros de origen animal. Y si vas a comer carbohidratos —¡que claro que puedes!—, intenta que sean naturales, no ultraprocesados.
El problema con los carbohidratos no son ellos. Somos nosotras rodeadas de galletas, cereales de colores, refrescos y snacks cada tres pasos.
Te lo digo desde mi experiencia: tardé siete años en disfrutar andar en bici.
Intenté todo: meterme a triatlones, comprarme una buena bici, salir sola, salir acompañada. Y al final, lo que me funcionó fue ser paciente, perseverante… y dejar de exigirme perfección.
Así que si tú estás en ese momento donde te estás cayendo una y otra vez con tu alimentación, o tus hábitos, o cualquier habilidad nueva que estés tratando de construir… quiero decirte algo con mucho cariño: No hay prisa.
Cada quien lleva el proceso al paso que puede. Y a veces, hay que tomar caminos diferentes hasta encontrar el que se sienta bien. Y a veces… ese camino cambia.
Pero una cosa es segura: el que persevera, alcanza.
Así que hoy, te invito a subirte a la bici de nuevo. A aceptar tus caídas como parte del viaje. A dejar de juzgarte por no hacerlo perfecto. A aplaudirte por cada intento, por cada pedaleo, por cada decisión que te acerca a la persona que quieres ser.
No importa si te tardas, si frenas, si tomas un descanso… lo importante es no dejar de avanzar.
Gracias por correr —y rodar— conmigo en este episodio.
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