Modo tiburón activado: por qué competir nos hace sentir imparables
- webmarienfz
- 10 abr
- 3 Min. de lectura
Superman se quitaba los lentes, se ponía la capa y salía a salvar al mundo. Harry Potter agarraba su varita y hacía magia. Mulán se puso la armadura de su papá para ir a la guerra.
Y yo, cuando me pongo ropa deportiva, los tenis, el casco o el trisuit y me cuelgo el número… entro en modo tiburón. Ese estado en el que siento que puedo con todo. Que soy fuerte, poderosa, imparable.
En este post quiero contarte por qué las competencias tienen ese efecto tan mágico sobre nosotros. Y no, no es casualidad. Tiene mucho que ver con la mente, el cuerpo… y una buena dosis de neurotransmisores.
Competir también es entrenar el alma
Hace unos días participé en un fondo en bici. Empecé con nerviecitos, porque nunca había rodado con tanta gente desde el arranque. La altimetría decía que la subida terminaba en el km 27, pero la realidad fue otra: ¡sentí que subimos hasta el 50! 😅
Aun así, me sentía fuerte. Iba rebasando ciclistas, disfrutando del entorno, de los árboles, de los pájaros… y agradeciéndome por estar ahí.Por atreverme, por entrenar, por vivir ese último baile que es la competencia después de tantas horas de preparación.
Y ahí fue cuando recordé ese modo tiburón: cuando la adrenalina toma el volante y los miedos desaparecen. Solo estás tú, tu cuerpo, tu respiración… y las ganas de darlo todo.
No siempre fue así (y está bien)
He competido desde que tengo memoria. De niña, en las competencias de natación, lloraba antes de cada prueba. Nadie me presionaba, pero los nervios eran muchos.¿Lo bonito? Que una vez que empezaba… ya no quería parar. Incluso cuando las pruebas se terminaban, yo quería más.
Ver hacia atrás y ver cuánto he crecido me llena de orgullo. Hoy la preocupación más grande pre competencia es no tener que usar el baño azul, y el enfoque principal es disfrutar desde el principio 😅
¿Y qué pasa dentro del cuerpo cuando competimos?
Todo empieza desde antes.Días antes, tu cerebro ya está prendiendo motores. La amígdala (tu detector de emociones intensas) avisa al hipotálamo: “¡Se viene algo grande!”
Y el hipotálamo, que es como el director de orquesta de tu cuerpo, activa al sistema nervioso simpático, ese que te pone en alerta máxima. Ahí entra la adrenalina, la noradrenalina… tus pulmones se abren, el corazón late más rápido, la sangre va directo a los músculos. Tu cuerpo se transforma. Tu mente también.
La corteza prefrontal (que decide cosas todo el tiempo) se hace un poquito a un lado. No estás para pensar tanto, estás para reaccionar. Para fluir.
Y lo más hermoso: después llega la dopamina (motivación), las endorfinas (felicidad)… y por eso terminamos con esa sonrisa tonta de satisfacción aunque estemos destruidos. Literalmente, nuestro cerebro está celebrando contigo.
Las competencias también nos sostienen
Porque más allá del cuerpo, competir también es una herramienta emocional.Nos motiva, nos da propósito, nos empuja a entrenar cuando no tenemos ganas, y se vuelve un punto de conexión con otras personas.
La competencia es solo el final de una historia que empezó mucho antes.Cada entreno duro, cada mañana con flojera, cada error y cada mejora… todo eso es parte del camino.Y si a veces hay malas carreras, no pasa nada. Siempre podemos volver a intentarlo, con más aprendizaje.
Si tienes una competencia cerca...
Ya sea Boston, Berlín, un 5K local o un triatlón, te deseo esto:Que te diviertas, que te emociones, que te sientas orgulloso o orgullosa de estar ahí.Porque ya ganaste desde el momento en que decidiste prepararte, atreverte y cruzar esa línea de salida.
Disfruta del viaje. De la adrenalina. De tu cuerpo poderoso.
Y si se activa tu modo tiburón…¡Bienvenido sea! 🦈✨
¿Te gustó esta entrada?Escucha el episodio completo en Corriendo y Comiendo y cuéntame: ¿qué sientes tú cuando compites?




Comentarios